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Salud

Vergüenza, fobia social y dismorfia corporal en la adolescencia: cuáles son sus diferencias y cómo identificarlas

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De forma progresiva, a medida que van creciendo, los niños y niñas comienzan a abandonar su lugar en el centro mismo de las representaciones y logran pensar en el mundo de los otros como distinto al propio. Ajeno y próximo a la vez.
Este proceso mental de pensarse a sí mismo y al otro incorpora un descentramiento sin retorno. Hasta cierta edad no es posible para los niños y niñas decir “yo pienso de este modo y entiendo que vos pensás de otra manera”. Esta operación se logra cuando es posible representarse psíquicamente las representaciones de los demás, se trata de la intersubjetividad.

La vergüenza, a cualquier edad, la origina la idea de pensar que el otro tiene una opinión degradante o descalificadora de uno mismo.
En la adolescencia, proceso que involucra un duelo por el cuerpo infantil, la maduración sexual, la despedida de los padres omnipotentes de la infancia y la asunción de una nueva identidad hace que las y los jóvenes se encuentren atravesados por operaciones complejas que muchas veces los lleva a vivirlas conflictivamente.
La vergüenza aparece como una de las sensaciones preponderantes que refleja lo que el adolescente cree que debe ser de manera ideal y por diferentes mandatos y presiones sociales, y lo que le devuelve la mirada del otro, interpretada de manera singular.

En la crisis identitaria de búsqueda de nuevos significados y horizontes el adolescente se reafirma en el otro. Ese otro es el par. Comienza, como conceptualiza el psicoanalista Ricardo Rodulfo, una segunda deambulación que, a diferencia de la primera donde se volvía siempre la mirada a los padres, ahora es con la mirada en la exogamia.
Si en ese otro, el de afuera, no encuentra aprobación inmediata o sospecha de alguna forma de desaprobación la sangre inundará su rostro sin poder detener la exhibición de su íntima emoción y deseará que “se lo trague la tierra”.
La vergüenza aparece como una de las sensaciones preponderantes que refleja lo que el adolescente cree que debe ser de manera ideal y por diferentes mandatos y presiones sociales, y lo que le devuelve la mirada del otro, interpretada de manera singular.
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En la crisis identitaria de búsqueda de nuevos significados y horizontes el adolescente se reafirma en el otro. Ese otro es el par. Comienza, como conceptualiza el psicoanalista Ricardo Rodulfo, una segunda deambulación que, a diferencia de la primera donde se volvía siempre la mirada a los padres, ahora es con la mirada en la exogamia.
Si en ese otro, el de afuera, no encuentra aprobación inmediata o sospecha de alguna forma de desaprobación la sangre inundará su rostro sin poder detener la exhibición de su íntima emoción y deseará que “se lo trague la tierra”.
Pero la timidez muchas veces puede estar asociada a la sobreprotección familiar, o a sistemas familiares autoritarios que generan temor. También por discriminaciones por género, raza, enfermedades, entre otros aspectos, en forma de acoso escolar.
Los y las adolescentes pueden sentirse despreciados e infravalorados por sus pares. Estas experiencias provocan una sensación aguda de paralización que muchas veces les impide hablar en público o enfrentarse a situaciones sociales.
Los adolescentes tímidos se preocupan excesivamente por “el que dirán” y están pendientes constantemente de las críticas. El resultado es el agotamiento psíquico, la evitación de situaciones sociales o de alguna forma de exposición porque provocan altos grados de ansiedad y angustia.
De la misma manera las conquistas amorosas se ven afectadas por el miedo al rechazo.
Por otra parte, la timidez se puede producir en diferentes ámbitos. Es decir, a un adolescente le puede dar pudor hablar en público, pero en otra situación distinta, entre amigos o familiares, puede conversar sin problemas.
La ansiedad provocada por la timidez genera también cambios en el cuerpo, el ritmo cardíaco se acelera, se pueden dilatar la pupilas y apoderarse de la mente pensamientos frustrantes y agotadores.
También dentro del ámbito de la timidez y la vergüenza pueden desarrollarse otro tipo de padecimientos mentales.
Trastorno dismórfico corporal
Sigmund Freud, en su célebre caso clínico “El hombre de los lobos”, describió al aristócrata ruso Sergéi Pankéyev, quien manifestaba una excesiva preocupación por su nariz, al punto de evitar exponerse públicamente.
Esta preocupación excesiva por un defecto real o imaginario por alguna parte del cuerpo que puede ser el cabello, las mamas, los genitales, la nariz o también manifestarse como varias partes afectadas sucesiva o simultáneamente, que se ha denominado en los manuales psiquiátricos como trastorno dismórfico corporal (TDC), relativamente frecuente entre la población general. Se estima que el 1-2 % de la población mundial reúne los criterios diagnósticos propios del TDC.
El inicio de los síntomas generalmente se da en esta edad, la adolescencia, donde comienzan la mayoría de las críticas personales relacionadas con la imagen corporal.
Las causas del TDC son distintas de una persona a otra. Sin embargo, la mayoría de los investigadores creen que podría ser una combinación de factores biológicos, psicológicos (timidez, perfeccionismo, disminución de autoestima, temor al rechazo), y ambientales de su pasado o presente. Los malos tratos, abuso o abandono son factores contribuyentes.
Alrededor del 60% de las personas con TDC informan de haber padecido reiterados episodios de humillación en su infancia y juventud. Por ello es importante no dar por hecho simplemente la timidez o la vergüenza como una característica de la personalidad y buscar ayuda si se reconoce que hay un padecimiento emocional que necesita ser tratado.
La timidez no implica que uno deba ir al psicólogo en la adolescencia. Sólo en algunos casos en los que se produce una timidez patológica conviene hacer una consulta.
¿Cuándo se considera un problema?
Cuando comienzan a aparecer síntomas que les impidan a los y las adolescentes alcanzar logros que se habían propuesto, pueden ser escolares, sociales, deportivos o culturales. Se sienten abatidos y frustrados y siempre prefieren quedarse en la casa ante una invitación a salir con pares.
Puede pasar que la o el adolescente se vaya quedando sin compañeros y amigos y permanezca retraído con relación a los lazos sociales. La timidez es un rasgo de inhibición social que puede tener mayor o menor intensidad, pero no impide el contacto con el entorno o el desenvolvimiento de la vida diaria.
La timidez no es una fobia social.
La fobia social es un temor irracional, y persistente ante situaciones públicas. Aquí se ven afectadas las relaciones interpersonales y, por ende, la relación con uno mismo.
En la fobia social el afectado evita las relaciones sociales interpersonales, con la presencia de importantes cuadros de ansiedad si no lo puede hacer.
La timidez es una sensación que se puede enfrentar a pesar de la dificultad que genera, en cambio, la fobia social o el trastorno dismórfico son problemáticas que necesitan de ayuda profesional para recuperarse.
*Sonia Almada es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Participa como divulgadora de temáticas de infancias y juventudes en diferentes medios de comunicación. Fundó en 2003 la asociación civil Aralma desde donde impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de “La niña deshilachada”, sobre prevención de las violencia sexual en la infancia; “Me gusta como soy”, sobre prevención del acoso escolar de literatura LIJ y “La niña del campanario”, una obra de no-ficción.

Fuente: Infobae
Signos Vergüenza Fobia social Dismorfia Adolescencia
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