
Mientras las explosiones y bombardeos persisten en la Franja de Gaza, el gobierno de Israel se enfrenta a una creciente presión por parte de la comunidad internacional. Aliados que inicialmente respaldaron la ofensiva, incluidos en su momento frente al conflicto con Irán, hoy cuestionan la prolongación de la operación militar, que ya se extiende por varios meses sin una resolución concreta a la vista.
Uno de los principales obstáculos que enfrenta el primer ministro Benjamin Netanyahu es la ausencia de una estrategia de salida clara. De acuerdo con analistas, el gabinete israelí reformula sus objetivos casi a diario, en un contexto donde la liberación de rehenes y el desmantelamiento de Hamas resultan cada vez más inalcanzables sin agravar aún más la crisis humanitaria.
Dentro del propio gobierno israelí también hay tensiones. Sectores radicales del oficialismo, liderados por el ministro de Defensa, Israel Katz, y el de Finanzas, Bezalel Smotrich, insisten en mantener la ofensiva hasta eliminar completamente a Hamas y recuperar a los alrededor de 20 rehenes que aún permanecerían cautivos dentro del enclave palestino.
En paralelo, Hamas expresó su disposición a negociar, aunque solo bajo la condición de un cese inmediato del ataque israelí, algo que por ahora parece lejano. En este complejo tablero, la administración de Donald Trump busca intervenir como mediadora indirecta, pidiendo acelerar las conversaciones para alcanzar algún tipo de acuerdo.
En el plano diplomático, Israel aceptó volver a discutir el conflicto en el ámbito de Naciones Unidas, en un intento por destrabar la ayuda humanitaria. La Unión Europea comenzó a jugar un rol más activo en la coordinación del auxilio, que hasta ahora dependía en gran parte de una iniciativa conjunta con Estados Unidos.
Las nuevas gestiones apuntan a triplicar o incluso cuadruplicar la asistencia humanitaria, en un escenario donde la población civil sufre las consecuencias de un conflicto prolongado y sin soluciones a corto plazo.