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Salud

Envejecimiento cerebral: qué dice la ciencia

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Un estudio de la Universidad de Barcelona (UB) y del Institut Guttmann, que analizó a más de mil personas adultas de mediana edad y mayores, muestra que las características psicológicas específicas de cada perfil podrían influir en el envejecimiento cerebral, incluyendo el riesgo de desarrollar demencia, así como la velocidad de deterioro cerebral y la calidad del sueño.
Según el equipo investigador, los resultados subrayan la necesidad de realizar evaluaciones psicológicas integrales de los pacientes para identificar los diferentes perfiles psicológicos, y, así, permitir implementar estrategias de cambio de comportamiento más específicas y adaptadas a cada individuo.
La investigación la lidera David Bartrés-Faz, investigador de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud y del Instituto de Neurociencias (UBneuro) de la UB, además de miembro investigador principal de Barcelona Brain Health Initiative (BBHI), una iniciativa del Institut Guttman cuyo objetivo es conocer y entender como podemos mantener la salud del cerebro a lo largo del tiempo.
CARACTERISTICAS PSICOLOGICAS
Investigaciones recientes destacan que el hecho de tener pensamientos negativos repetitivos, la tendencia a experimentar angustia y el estrés percibido se asocian con mayor riesgo de deterioro cognitivo, neurodegeneración y demencia clínica.
Sin embargo, tener un sentido de propósito vital, la coherencia, la autorreflexión y la atención plena disposicional serían factores de protección frente a este declive.
En este estudio, el equipo investigador examinó si estos factores, de protección y de riesgo, se combinan en perfiles psicológicos similares en dos cohortes independientes, con personas adultas de mediana edad y mayores sin deterioro cognitivo.
A continuación, se analizó como la pertenencia a cada uno de estos perfiles se relaciona con indicadores de salud mental, cognición, estilo de vida e integridad cerebral, así como la evolución cognitiva y de la atrofia cerebral a lo largo del tiempo.
PERFILES
Los resultados de la investigación muestran que tener un perfil psicológico “bien equilibrado”, con factores de protección moderadamente altos y factores de riesgo moderadamente bajos, se relaciona con una mejor salud cognitiva y mental en todos los indicadores medidos.
Por otro lado, un perfil psicológico con bajos niveles de características protectoras (el sentido vital o la apertura a nuevas experiencias), se relacionó con una peor cognición, especialmente en las personas mayores, una atrofia cerebral más acentuada, ya observable en adultos de mediana edad, y una menor adherencia a estilos de vida saludables.
Por último, el tercer perfil identificado, caracterizado por altos niveles de rasgos psicológicos negativos o de riesgo, como una propensión elevada a la angustia y pensamientos negativos, puede aumentar el riesgo de deterioro cognitivo y demencia a través de una vía psicoafectiva, que incluye la expresión de síntomas como la depresión, la ansiedad, la soledad, quejas cognitivas y trastornos del sueño.
EL FUTURO
El experto explica que estos resultados, una vez hayan sido validados mediante estudios con mayores muestras, podrían tener implicaciones importantes para la creación de futuras intervenciones preventivas diseñadas para modificar factores psicológicos y estilos de vida.
En cambio, el investigador destaca que las personas que cumplan los criterios del tercer perfil identificado podrían tener mejor respuesta a las terapias dirigidas a reducir los síntomas relacionados con la angustia, que también han demostrado recientemente que conlleva un beneficio potencial.
En este sentido, la investigación subraya la importancia de realizar evaluaciones psicológicas integrales, que incluyan el análisis de factores tanto de riesgo como de protección, para poder estimar de manera más precisa el perfil de riesgo de cada persona.
LA INFLUENCIA DE LA EDAD
En tanto, investigadores de China han identificado 13 proteínas relacionadas con el declive de este órgano. El estudio sugiere cómo los cambios en sus concentraciones en sangre tienden a alcanzar un pico a los 57, 70 y 78 años. Este hallazgo abre la puerta a intervenciones personalizadas para retrasar su degeneración.
En la actualidad, rebasar los 90 años y llegar a centenario es cada vez más habitual. Pero la cuestión no es vivir más, sino conservar la lucidez y la calidad de vida a medida que envejecemos.
Uno de los factores que lo impiden son las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer, cuyo principal factor de riesgo es la edad. De hecho, a partir de los 65 se duplica el número de casos cada cinco años, según cifras del Ministerio de Sanidad, pasando del 1 % de afectados al 40 % a los 90.
Un estudio publicado hoy en Nature Aging sitúa el comienzo del envejecimiento del cerebro a los 57 años, con otros dos picos importantes a los 70 y los 78 años, y sugiere que estos momentos podrían ser clave para posibles intervenciones en el proceso de deterioro de este órgano.
“A los 70 años observamos muchas asociaciones con trastornos neurodegenerativos, como la demencia por cualquier causa y la enfermedad de Alzheimer. Nuestros hallazgos reflejan la susceptibilidad de padecer estas patologías en esta década”, explica a SINC Wei Cheng, de la Facultad de Medicina de Shanghái, que ha liderado la investigación.
PUNTOS DE INFLEXION
Estos puntos de inflexión los han determinado a partir de muestras humanas de plasma sanguíneo del Biobanco del Reino Unido, de las que han seleccionado 13 proteínas relacionadas con dicho declive. Además, estas proteínas reflejan la inflamación, la regeneración celular y el estrés ligado al envejecimiento, entre otros parámetros.
Así, ocho de ellas aumentan con la edad y están relacionadas con la matriz extracelular o con los denominados factores de crecimiento celular. Y las cinco restantes disminuyen en el envejecimiento y, fundamentalmente, están asociadas a la degradación de proteínas.
“De entre estas proteínas destaca Brevican (BCAN) y el factor de diferenciación del crecimiento 15 (GDF15). Los niveles de BCAN y GDF15 se asociaron, además de con el envejecimiento, con la demencia, el ictus y la función motora. Estos hallazgos muestran que las concentraciones de proteínas cambian longitudinalmente, reflejando transiciones en la salud cerebral en edades clave”, valora por su parte Inés Moreno, profesora de la Universidad de Málaga.
Los investigadores utilizaron datos de imágenes cerebrales de 10 949 adultos sanos para estimar la brecha de edad cerebral (BAG, por sus siglas en inglés), un indicador de su declive y que surge de la diferencia entre la edad cerebral estimada y la cronológica.
En cuanto al inicio del envejecimiento cerebral en una edad tan concreta, Cheng afirma que “las proteínas en el pico de los 57 años están principalmente asociadas con la inmunidad adaptativa, como el recuento de linfocitos, y con el metabolismo. Dos aspectos posiblemente subyacentes del inicio del envejecimiento cerebral”.
El neurocientífico Jesús Ávila, experto en alzhéimer y envejecimiento del CSIC, cuenta que este trabajo se puede vincular con el publicado en Nature en 2023 por el grupo de Wyss-Coray, sobre el envejecimiento del organismo en general, “mostrando cómo la presencia de algunas proteínas del plasma en determinadas edades puede indicar la aparición de futuras enfermedades más tarde”.
NO ES LINEAL
Al analizar estos biomarcadores en el plasma de personas de diferente edad, indica Ávila, los investigadores observaron que los cambios no eran lineales con el aumento de la edad, sino que se observaban tres picos con cambios abruptos, relacionados con cambios metabólicos a los 57 años; pérdidas cognitivas y de movimiento a los 70, y fragilidad neuronal en torno a los 78.
Las proteínas de la edad cerebral de 70 años estaban asociadas principalmente a la demencia y el ictus, señala Cheng. “Por lo tanto, las personas con una edad cerebral cercana a los 70 años pueden desarrollar un estilo de vida saludable o tomar algunas medidas personalizadas para prevenir las enfermedades”, añade.
Así, los investigadores enfatizan la importancia y la necesidad de la intervención y la prevención en esta década para reducir el riesgo de múltiples trastornos cerebrales. “Estudios anteriores demostraron que algunos trastornos, como la demencia y el ictus, podrían prevenirse con estilos de vida saludables. Planteamos la hipótesis de que dicha degeneración sería modificable, en cierta medida, mediante hábitos como el ejercicio físico regular, una dieta equilibrada y el contacto social frecuente”, puntualiza el experto chino.
Eso sí, serán necesarios más estudios que verifiquen la viabilidad de estos biomarcadores. Para Ávila, faltaría en este estudio la posible complementación de los datos de proteómica en plasma con los cambios epigenéticos que relacionan muestras de sangre con la edad cronológica, y la validación en cohortes de otros orígenes.

Fuente: La Prensa
Estudio envejecimiento Cerebral ciencia
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