Según informó el fiscal Gregoire Dulin, Owen L. era conocido por sus malos tratos mientras participaba de partidas de videojuegos. El día del crimen, tras una discusión con el otro jugador, abandonó su casa y fue en busca de la víctima.
El joven, estudiante de informática y desempleado, decidió “robar algo o amenazar a alguien” para calmarse. Fue en ese momento cuando se cruzó con Louise Lassalle, que llevaba su celular colgado de un cordón en el cuello.


Owen la siguió y la convenció de acompañarlo a un bosque con la excusa de que había perdido algo. Allí, la amenazó con un cuchillo y le exigió dinero. Ante los gritos desesperados de la nena, el joven la atacó y le dio más de diez puñaladas en el cuello y el torso. Luego, escapó del lugar y dejó su teléfono junto al cuerpo de Louise.
Horas después, su familia denunció la desaparición y su hermana publicó un pedido de ayuda en redes sociales. Finalmente, la policía encontró el cuerpo de Louise al día siguiente, a pocos metros de su escuela. Las cámaras de seguridad fueron clave para identificar a Owen, que fue visto siguiendo a la víctima minutos antes del crimen. Además, su ADN fue hallado en la escena.

El joven negó en un principio su responsabilidad, pero luego confesó el asesinato. Además, se descubrió que había intentado atraer a otra menor al bosque días antes, pero ella se negó.
Owen L. provenía de una familia acomodada y tenía antecedentes policiales por delitos menores. Su hermana también lo había denunciado por violencia familiar.
El caso desató indignación en toda Francia y reavivó el debate sobre la seguridad infantil. El ministro del Interior anunció medidas para endurecer las penas por delitos violentos. Owen L. enfrenta ahora la posibilidad de cadena perpetua, mientras que su novia podría recibir una condena de hasta tres años por no haber denunciado el crimen.