
Este 21 de junio, Silvina Luna hubiera celebrado su cumpleaños número 45. Su muerte dejó un profundo dolor en quienes la conocieron, la siguieron y la amaron desde que daba sus primeros pasos en la televisión.
La tristeza que generó su partida se manifestó con fuerza en su despedida: ramos de flores, cartas con mensajes de amor y gratitud y una sensación unánime de injusticia por lo que tuvo que atravesar siendo tan joven.
Los últimos años de Silvina estuvieron marcados por una lucha constante contra las secuelas de una intervención estética que cambió su destino. La pesadilla comenzó dos años después de haberse operado con Aníbal Lotocki. Fue durante un control médico cuando los análisis arrojaron un exceso anormal de calcio en su cuerpo.
Las molestias comenzaron en los glúteos —que se había modelado en 2011 buscando cumplir con ciertos estándares del teatro de revista—, pero pronto se extendieron a las piernas, la espalda y los riñones. Nadie le había dicho aún que su salud estaba en serio riesgo, pero su cuerpo empezaba a hacérselo saber.
La confirmación del daño llegó cuando la modelo estaba lejos de casa, en México. Fue ahí, durante una consulta médica, que recibió lo que describió como un baldazo de agua fría. En su libro Simple y Consciente, relató el momento con claridad y dolor: el médico la miró a los ojos y le preguntó qué era lo que más amaba en la vida. “La playa, el mar”, respondió ella sin dudar. La respuesta del profesional fue tan brutal como honesta: “Bueno, andá a disfrutarlo”.
Aquella frase, dicha con la frialdad de quien entrega un pronóstico final, la llevó a repensar todo. “Ahí comencé a aceptar todo”, escribió Silvina en su libro. “Fui a cirugía, pero siempre se mantenía el pronóstico de que me quedaban pocos meses de vida. Creí eso y seguí creyéndolo. Creo que me queda un número ‘x’ de meses, y así vivo”.
A pesar de la sentencia, ella decidió seguir adelante. El mar, su lugar en el mundo, la esperaba. Cumplió ese deseo, como si se tratara de una despedida anticipada, o de un acto de resistencia frente al dolor. En los meses más duros, ya internada en la terapia intensiva del Hospital Italiano, sostuvo con fuerza el deseo de ingresar a la lista del INCUCAI para un trasplante de riñón. Mantuvo la esperanza viva hasta el final.
Hoy, en el día en que hubiera soplado 45 velitas, el recuerdo de Silvina Luna sigue latiendo fuerte. Su historia, su valentía y su búsqueda incansable de sentido en medio de la adversidad siguen conmoviendo a millones.