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Deportes

Histórico: Independiente Rivadavia se consagró campeón de la Copa Argentina desde los penales

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Con nueve jugadores en cancha por dos rojas y el arquero -y figura de la serie de penales ante River- lesionado.
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Con el deté en la tribuna e incomunicado por falta de señal en su celular después de haber sido expulsado (por una chiquilinada).


Con la esperanza conviviendo internamente con la frustración de haber ido 2-0 y que te lo igualen 2-2 en los últimos minutos.
Con el suspenso de haber atajado un penal, que te lo anulen y que tu arquero, el que entró de sopetón en la vorágine del segundo tiempo, lo vuelva a atajar.
Independiente Rivadavia de Mendoza fue campeón de la Copa Argentina por su resiliencia crónica. Porque logró reciclar todo ese barullo que le pesaba en la cabeza y en las piernas después de 90’ desgastantes -y otros casi 19 de descuento entre ambos tiempos. Y transformó todo eso en la energía necesaria para bajar a Argentinos en la serie. Un rival que llegaba emocionalmente mucho mejor después de haber remontado una definición. Pero que no pudo usufructuar esa ventaja psicológica.
Quizás el gran secreto de CSIR haya sido jugar la final en Córdoba, la tierra del histórico ascenso a Primera en 2023. O conservar a algunos de sus símbolos de aquella gesta como Álex Arce, que volvió este año, o a Diego Tonetto, quien pasó de histórico a ícono después de haber sumado esta estrella a su escudo personal. Posiblemente todo eso haya pasado para nutrir la épica interna bajo la conducción de ese Alfredo Berti que, lookeado con boina y gafas king size, subió al escenario para recibir la medalla y darle un beso a la Copa.
Pero Independiente Rivadavia tuvo -y tiene- a una figura excluyente. Un Sebastián Villa que adentro de la cancha hace una diferencia enorme por sapiencia, por velocidad y por talento. Si frente a River había exhibido esa calidad para domar al fondo con piques al vacío y luego con pases casi en modo playmaker, contra un AAAJ que intentó jugar con su manual el colombiano fue determinante por su enorme oficio. Y por una lectura de juego que adquirió con los años y que le permitió sobresalir, meter un pase delicioso en el gol de Fernández o empujar como una punta de lanza cuando el repliegue ya era obligado por las dos rojas. Un futbolista al que convencieron de quedarse en Mendoza, y que ya se ganó un lugar en el panteón de los ídolos.
Es cierto: quizás todo ese esfuerzo de Villa se hubiera desplomado si la mala decisión que tomó en la jugada previa al 2-2 derivaba en una caída. Por lo pronto se redimió haciéndose cargo del penal más pesado de la historia de un club históricamente ganador en Mendoza (es el #1 en títulos regionales) pero que en más de 100 años de historia nunca había logrado alzar un trofeo a nivel nacional. Y eso que tuvo con qué hacerlo.
Este plantel les rindió tributo a todos aquellos que no pudieron darse ese lujo. Al Gringo Mémoli, crack de los 60. Al Cura Vergara, a Arbolito López y sus inolvidables 176 goles en 13 temporadas. Al Lobo Cordone, determinante en el ascenso a la B Nacional. ¡Si hasta el Trinche Carlovich, antihéroe del fútbol rosarino que conmovió hasta al Diego, se dio el lujo de jugar en Independiente! Hubo que esperar un siglo, hasta el XXI, para que la hazaña se concretara. Para derrotar en la final al favorito, al club del que surgió Maradona, que dominó la pelota, que inclinó la cancha aprovechando los espacios en el segundo tiempo. El que intentó e intentó hasta que llegó a la igualdad. El que gozó de un Lezcano delicioso en el fútbol pero que no pudo, en esa tanda, cortar la sequía de títulos que ya se extiende a 15 años.
Pero todo parecía estar escrito que iba a ser para Independiente Rivadavia. Para darle un giro al destino y premiar todo ese esfuerzo. La templanza ante tantas adversidades en una misma final. Para salir a festejar. Para iniciar el vení, vení, cantá con vino...

Fuente: Diario Panorama
Fútbol Independiente Rivadaia Campeón
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