Kuranosuke Kato maneja despreocupado su triciclo por las calles de Ichinono. Es el primer niño nacido en dos décadas en este pueblo japonés, repleto de marionetas de tamaño real para intentar compensar la sensación de vacío.
Situado a unos 60 kilómetros de Osaka, la gran metrópolis del oeste de Japón, Ichinono es uno de los 20.000 municipios del país en que la mayoría de residentes tienen 65 años o más, según datos del gobierno.
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Revitalizar las zonas rurales es uno de los compromisos destacados del nuevo primer ministro Shigeru Ishiba, que lucha por mantener la mayoría parlamentaria en las elecciones anticipadas de este domingo.
Ishiba ha definido la bajísima tasa de fertilidad de Japón como una "emergencia silenciosa" que, sin embargo, se hace patente de forma cristalina en lugares como Ichinono, una bucólica aldea de menos de 60 habitantes.
"Si el pueblo se deja como está ahora, la única cosa que nos espera es la extinción", augura Ichiro Sawayama, el jefe del gobierno municipal, que tiene 74 años.
Muchos países desarrollados se enfrentan a una crisis demográfica pero Japón, con una restrictiva política de inmigración, presenta ya la segunda población más envejecida del mundo después de Mónaco.
Un pesado silencio impregna las calles de Ichinono, decoradas con marionetas de tamaño real para recrear cierta sensación de actividad.
Algunos maniquíes están montados en columpios, otros empujan un carro cargado de leña o muestran una siniestra sonrisa a los visitantes.
"Probablemente las marionetas nos superan en número", bromea Hisayo Yamazaki, una viuda de 88 años.
El cultivo de arroz y la destilación de sake mantenían antaño el pueblo a flote. Muchas familias del pueblo tenían hijos, recuerda Yamazaki.
Pero "temían no poder casarse si quedaban atrapados en un lugar remoto como este", con lo que continuaron sus estudios en la ciudad.
"Se fueron y nunca volvieron, encontraron trabajos en otros lugares. Ahora pagamos el precio", lamenta.
Vida comunitaria
La familia Kato, sin embargo, recorrió el camino a la inversa: en 2021, Rie y Toshiki (33 y 31 años) se mudaron de Osaka a Ichinono, donde nació su hijo Kuranosuke.
La pareja optó por cambiar su vida urbana por el campo cuando, a raíz de la pandemia, les permitieron un trabajo más flexible.
Su hijo, de lejos el más joven de los residentes, es adorado por sus vecinos, que le llevan comida casera y cuidan de él colectivamente.
El niño es "nuestro orgullo", dice el jefe del municipio, Sawayama. Es "prácticamente mi bisnieto, una cosa tan linda", exclama la viuda Yamazaki.
Para los Kato es bueno que el crío crezca en una comunidad como Ichinono, en vez de en el anonimato de un apartamento en Osaka.
"Solo por nacer aquí, nuestro hijo disfruta del amor, el apoyo y la esperanza de tanta gente, aunque ni siquiera ha conseguido nada todavía en la vida", bromea su padre Toshiki.
Su madre Rie asegura que el pueblo está muy cohesionado. Sus vecinos a veces le piden favores o la invitan a jugar a un deporte japonés parecido al cróquet. La familia también los ayuda a menudo en la cosecha de las judías edamame.
"Siento que mi valía, como individuo, se reconoce aquí", asegura Rie. "Estoy segura que así se sentirá Kuranosuke cuando crezca".
Antiguas tradiciones
Pero el aislamiento de este pueblo puede desalentar a los forasteros.
Todavía existen, al menos sobre el papel, normas anticuadas que exigen a los aspirantes a mudarse al pueblo el aval de al menos tres residentes de largo plazo y a ofrecer sacos de arroz o dinero en efectivo.
Estas normas, implementadas hace tiempo para "mantener el pueblo cohesionado", ya no se aplican para no asustar a la gente, asegura Sawayama.
El declive de las zonas rurales es un fenómeno global que la topografía de Japón hace todavía más grave, asegura Taro Taguchi, profesor de desarrollo comunitario en la Universidad Tokushima.
Por ejemplo, "el alto riesgo de desastres naturales" en este país sacudido regularmente por terremotos hace menos atractivo que la gente decida vivir en zonas remotas.
El nuevo primer ministro ha prometido "regenerar Japón" con políticas que incluyen subsidios para estas regiones en problemas.
En paralelo a su trabajo en remoto en el sector de la tecnología de la información, Toshiki Kato ha puesto en marcha un proyecto para renovar casas centenarias.
"Mi humilde esperanza es ayudar a añadir valor a estas casas y mantener alejada la muerte de Ichinono", explica. (AFP)