Este martes desde las 9.30 tendrá lugar en Casa Rosada una nueva reunión del gabinete de Javier Milei, que marcará el debut de sus dos nuevos ministros: Alejandra Monteoliva en Seguridad y Carlos Presti en Defensa. Se trata de dos nombramientos que combinan continuidad con simbolismo, y que pretenden redefinir la estrategia de poder al interior del Ejecutivo para la segunda parte de la gestión.
Monteoliva, hasta ahora secretaria de Seguridad, asume en lugar de Patricia Bullrich, mientras que Presti, teniente general del Ejército y ex jefe del Estado Mayor, remplaza a Luis Petri. El anuncio -realizado por la Casa Rosada para formalizar la transición antes de que Bullrich y Petri pasen al Congreso el 10 de diciembre- no solo tiene un impacto institucional, sino también un fuerte componente político.
Desde el oficialismo destacan que estos movimientos implican continuidad en el rumbo iniciado en 2023. Según el comunicado presidencial, Monteoliva “ha sido una pieza fundamental de la llamada ‘Doctrina Bullrich’”, especialmente en su enfoque duro contra el narcoterrorismo y el crimen organizado, apuntalando una narrativa de “orden y seguridad” que ha sido central para el gobierno libertario.
Pero la designación de Presti tiene un peso simbólico aún mayor: es la primera vez desde el regreso de la democracia que un militar de carrera llega al ministerio de Defensa. En la Casa Rosada lo presentan como un gesto de “desdemonización” de las Fuerzas Armadas, un mensaje hacia el interior castrense pero también hacia un electorado que valora la disciplina institucional.
Karina Milei, abocada al frente partidario
En paralelo, La Libertad Avanza (LLA), da señales de movilización. Su secretaria general, Karina Milei, prepara un acto masivo en la provincia de Buenos Aires para mostrar músculo político tras las elecciones y consolidar su liderazgo en el territorio bonaerense. Esa jugada no es menor: fortalecer su poder local puede traducirse en mayor respaldo legislativo, un activo clave si el gobierno quiere empujar reformas ambiciosas.
Ese panorama partidario también está atravesado por una crisis interna en el Ejecutivo: el denominado “Consejo de Mayo”, que se había planteado como la mesa estratégica para definir reformas clave, sufrió filtraciones sobre propuestas de cambio educativo y laboral, lo que llevó a Milei a suspender las reuniones semanales con sus asesores. Las fugas no sólo erosionaron la confianza interna, sino que pusieron en evidencia las divisiones sobre cómo avanzar con su hoja de ruta reformista.
Esos dos frentes -el institucional, con el nuevo Gabinete, y el partidario, con el acto de Karina Milei- se cruzan en un punto preocupante para el Gobierno: ¿a qué responde este rearme? ¿Es solo una operación táctica para reforzar la legitimidad en el poder militar e institucional, o es parte de un repliegue estratégico frente a algunas resistencias parlamentarias?
La reunión de Gabinete de esta semana podría dar pistas. No sería extraño que Milei aproveche para marcar un nuevo ritmo: consolidar a Monteoliva y Presti como pilares de una nueva etapa, mientras ajusta su mensaje político y su base de poder territorial con La Libertad Avanza.
Desde el sector militar, la llegada de Presti podría recalibrar la relación entre Casa Rosada y las Fuerzas Armadas. Su carrera y vieja guardia puede ofrecer estabilidad, pero también genera tensiones con otros mandos que temen una influencia política creciente del Ejército.
En última instancia, el desafío para Milei es complejo: necesita que su Gabinete sea visto como profesional y firme, al mismo tiempo que su partido crece y se organiza para sostener su proyecto en el Congreso y en el territorio.