Funcionarios que participaban de la puesta en funcionamiento del Museo de la Corte Suprema hicieron un sorprendente hallazgo histórico cuando mudaban parte del archivo del máximo tribunal: detectaron una serie de cajas con material vinculado al nazismo que habían llegado al país en 1941 y permanecieron olvidadas por casi ocho décadas.
Tras la preservación de la documentación, el presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, ordenó llevar adelante un relevamiento de todo lo encontrado en base a la importancia histórica del hallazgo y la posibilidad de que contenga información crucial para esclarecer sucesos vinculados con el Holocausto.
El viernes pasado en unos de los despachos del cuarto piso del Palacio de Tribunales, el propio Rosatti encabezó la apertura de las cajas, en un acto en el que participaron el Gran Rabino de la Asociación Mutual Israelita Argentina, Eliahu Hamra, el director Ejecutivo del Museo del Holocausto de Buenos Aires, Jonathan Karszenbaum, y la investigadora del Museo del Holocausto de Buenos Aires, Profesora Marcia Ras. Estuvieron presentes además el titular del Centro de Asistencia Judicial Federal (CAJF), Pablo Lamounan; la directora de Bibliotecas de la Corte Suprema, Jessica Susco; el director de la Oficina de Servicios Auxiliares, Marcelo Valente y la licenciada en conservación y restauración de bienes culturales María de la Paz Podestá.
El material nazi hallado El material nazi hallado
El hallazgo se produjo en el proceso de mudanza con vista al inicio de las obras para el futuro Museo de la Corte Suprema. Al abrir una de las cajas se detectó que se trataba de material que buscaba consolidar y expandir las ideas de Adolf Hitler en la Argentina, cuando ya había estallado la Segunda Guerra Mundial. A raíz de la relevancia que podía hallarse en esos materiales y los compromisos asumidos por la Corte Suprema, el resto de las cajas quedaron en custodia a la espera de su formal apertura.
El origen de las cajas
La historia comenzó el 20 de junio de 1941. Habían llegado 83 cajas enviadas desde la embajada alemana en Tokio a bordo de un barco japonés, el vapor “Nan-a-Maru”. La embajada alemana en Argentina los había declarado elementos de uso personal para miembros de esa representación diplomática y reclamaba su libre despacho.